miércoles, 29 de julio de 2020

EL CIEGO QUE RECIBIÓ LA VISTA

Pasaje bíblico Lucas 18 verso 35 al 43.

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Aconteció cuando un ciego que se encontraba sentado mendigando por un camino, de pronto oyó entre la multitud quienes le dijeron que  Jesucristo pasaba, este al enterarse empezó a gritar a viva voz, hijo de David ten misericordia de mí!. Y cuando nadie se apiadaba en ayudarlo, por el contrario la gente le gritaba que se callase,  el ciego empezó a gritar con más fuerza, ¡hijo de David, ten misericordia de mí! entonces  Jesucristo al escuchar el clamor de aquel mendigo se detuvo, pidió  traerlo hacia su presencia, para luego darle lo que  quería. “La vista”.

 

En este hermoso pasaje bíblico se puede apreciar tres aspectos muy relevantes a mí modesto entender:

1.- La insensibilidad hacia el prójimo.

2.- la fe y la perseverancia.

3.- el amor de Dios.

 

1.- La Insensibilidad de la gente hacia el prójimo se puede evidenciar  en los momentos cuando  Jesucristo pasaba entre la multitud por ese camino donde precisamente se encontraba aquel ciego, quien gritaba ten misericordia de mí hijo de David. Había gente que escuchaba el  clamor de aquel hombre que ansiaba llegar a Jesucristo, pero que por su limitación física no podía hacerlo. Nadie le ayudaba, siendo la gente insensible e indiferente ante su dolor; y que contrariamente, le reprendían para que se calle. Lucas 18-39

Por lo general la falta de sensibilidad y la indiferencia lo vemos  a diario en todos lados, ya sea en las calles como en las noticias, cuando a veces nos mostramos indiferentes ante el sufrimiento y el dolor ajeno, ante el mendigo de la calle o ante cualquier persona  necesitada que pueda estar atravesando momentos adversos, aquel que incluso puede ser nuestro prójimo o alguien de nuestro entorno. 

2.- la fe y la perseverancia, se deja entrever  en  aquel ciego que representa a la aflicción y al dolor que en nuestra condición humana todos tenemos. Representa además a toda  persona enferma, o discapacitada con carencias y limitaciones. Que sabiendo que Jesucristo es el hijo de Dios, y  el único que podía curarlo se dirige con absoluta confianza, no dejando pasar la gran oportunidad de su vida. A pesar de que la gente le reprendía para que no grite, aquel mendigo se mostró osado en su fe. Al seguir gritando: hijo de David ten misericordia de mí!. Aquella fe que tiene que ir indefectiblemente de la mano con la perseverancia toda vez que ambas deben de complementarse necesariamente  para el  propósito que uno tiene.

 3.- El amor de Dios.- Que es infinito, que sin excepción alguna guarda  hacia todos nosotros; ese amor compasivo que mostró Jesucristo en ese momento cuando escuchó  al  ciego clamar, y se detuvo,  diciéndole: que puedo hacer por ti, y el ciego le responde: Señor que pueda ver, y Jesús le da su más preciado regalo; la   vista.  

Más le dijo: tu fe te ha salvado.

 

Debemos tener en cuenta que la fe es la condición por excelencia, es el punto medio entre el poder sobrenatural de Dios para curar, y  el milagro que uno quiere recibir para  su vida. 

A veces no sabemos cómo llegar a Dios  por algún milagro, deseo o necesidad de nuestro corazón, aquel ciego nos da un ejemplo de cómo hacerlo, invocando de manera consciente nuestra condición pecadora, y reconociendo con  humildad  nuestras falencias y necesidades.

Muchas veces acudimos a Dios con un corazón duro, lleno de soberbia, de rencores o rechazo,  a veces estresado debido al trabajo que realizamos. A veces creemos que lo tenemos todo, que no nos falta nada, y nos alejamos de Dios. A veces creemos que todo lo podemos  con nuestras fuerzas, hasta que nos damos cuenta  que realmente nuestra condición física y todo el conocimiento aprendido  es limitado, y más allá de esa línea,  esta lo sobre natural  que es  Dios. Y  en vez de arrepentirnos y acercarnos a Él, tomamos un camino equivocado, erróneo alejándonos aún más.

No obstante a ello, debemos siempre clamar a Dios, como lo hizo aquel ciego mendigo, con mucha fe y perseverancia, que bajó  al llano y pidió  de todo corazón  y arrepentimiento curarse de sus males. Por ultimo pedir por nuestra  salvación de quien realmente puede darnos.

Si tú lo haces ten por seguro que Dios, en su infinito amor y  misericordia en algún momento se detendrá  como lo hizo con aquel  ciego indigente, y te concederá el milagro que pides.

A veces debemos ser como un inocente niño que ilusionado por un soñado  juguete,  de tanto pedir al  padre, aquel  padre  por amor, finalmente le llega a cumplir  su tan anhelado regalo.

Porque Jesucristo  es amor,  y te ama más de lo que tú puedes imaginar.


Que Dios te bendiga.


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