lunes, 30 de noviembre de 2020

POR LOS CONFINES DEL MAR

(Solo para alguien como yo)

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Esta es la historia de un joven pescador que de tanto vivir  muy atormentado decidió todas las noches llevar sus tristezas hacia los bordes de la playa donde nadie pudiera verlo llorar. 

Fue así que por espacio de un tiempo empezó a frecuentar los bordes de la playa sentándose sobre el seno de las rocas, donde pudiera  contemplar el grandioso azul oscuro del vasto cielo, como el azul crepúsculo  del inconmesurado mar...

Una noche repentinamente, en medio de la neblina que amedrentaba el entorno de aquella noche fría otoñal el joven pescador  se percató que a escasos  metros  de las rocas en un rincón de la calma marea de las aguas, una bellísima  mujer con una voz  muy sensual  se le presento ante él diciendo que se llamaba Coral.

Aquel joven impresionado e iluminado por la hermosura deslumbrante de aquella mujer sirena se quedó vislumbrado  toda vez que tal beldad  empezaba mágicamente  a curar sus heridas y llenar el vació de su corazón con esperanza y dulzura...

Y desde ese momento, acordaron frecuentarse seguidamente. 
Con el transcurso del tiempo ambos se enamoraron  naciendo entre ellos una  bonita relación   que perduraría con  el tiempo.

Bajo la luz de la luna todas las noches se encontraban. 

Aquél,  esperando sentado sobre el filo de las rocas y  ella que asomaba su bellísima figura sobre el arrecife del mar.

Coral, como se llamaba aquella hermosa sirena, era una joven princesa que vivía por los inhóspitos imperios que existían en  las profundidades del mar, pero al margen de todo, era considerada  no solo una bondadosa e inteligente sirena, sino también  “ la más bella entre las sirenas que existían  por los paraísos del mar”. 

Pero un día, por circunstancias  de la vida, aquella  joven sirena llegó a enfermarse, por lo que  dejaria  de acudir  a sus encuentros romanticos con  aquél joven pretendiente.

Mientras éste, sin enterarse  de lo que realmente le sucedía a su amada  sirena, todas las noches como de costumbre  acudía al extremo de la playa para supuestamente encontrarse con aquella.


Mas al no encontrarla, se desesperaba y al viento gritaba su nombre a fin de verla otra vez.

La llamaba  desconsoladamente sin cesar....

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Así, y  ante la desesperación de no  sentir la presencia de su amada sirena, y no resignándose a  perderla, decidió ir hacia la consecución de su amor y felicidad, y pensó:

 “Mañana sirena...
   Bajo el oscuro sereno del firmamento,
   Descenderé hacia  las profundidades de un mundo…
   Por los confines del mar…
   Iré a tu encuentro,
   Hacia donde estés.
   No importa si he de recorrer
   Los inhóspitos cielos del mar;
   En algún lugar yo te hallare “.

Fue así que al día siguiente muy de madrugada,  el joven pescador turbado y cegado ante la locura de un amor apasionado hasta el paroxismo; sumergido locamente por el amor  de aquella bellísima sirena, prescindiendo los peligros que acarrea el mar hacia la muerte, se  lanzó hacia  las heladas aguas hasta descender  hacia las profundidades del océano.

Por  los confines del mar. 


Al encontrarse bajo la magnificencia del océano.

El joven iba buceando en busca de su amada princesa.

Buceaba impetuosamente hacia lo desconocido...


Luego de un intervalo de tiempo.

Después del exorbitante esfuerzo desplegado de haber buscado por diversos cauces y llanuras.

Después de haberse desplayado por diversas grietas marinas, se sintió extenuado y enfermo. 

Sus brazos y piernas empezaron a entumecérsele, cuando el aliento se esfumaba, cuando el oxigeno se extinguía, cuando su instinto de conservación se inhibía y la muerte inminente se apropió de aquél.

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Mientras la princesa sirena que convaleciente  se encontraba,  al informarse de la muerte de su amado pretendiente. No dejaba de lamentarse y culparse de lo sucedido por no haber llegado a tiempo en su auxilio. 

Y cuando halló el cadáver de su amado, lo abrazó fuertemente llevándolo a una gruta, ahí suplico a la divina providencia que viniera en su ayuda.

De pronto, cuando La bella Coral seguía llorando incansablemente, aparecieron  unos treinta sirenitos alados entre niñas y niños, algunos montados sobre caballitos de mar, otros que llevaban entre sus manos pequeñas conchitas y coralitos de ungüento. “Eran los angelitos del mar".

Aquellos seres divinos tenían el don y el poder no solo de curar si no también de hacer revivir al ser que moría por una noble causa, o que  por razones de injusticias habían perecido en el mar. 

Y cuando supieron de la desgracia del joven pescador que se había sacrificado  por causa de un  amor,  decidieron hacerlo revivir.

 “Entonces  aquél comprendió que su mundo  ya no sería  el mundo de  tierra seca; sino que desde ese momento le correspondía el mundo de las profundidades del mar”.

Y ambos enamorados,  ante la presencia de la albura  luna, en una fría  noche otoñal, decidieron aventurarse para siempre bajo los inhóspitos cielos de los confines del mar.

Pues aquella hermosa princesa  no solo lo llevaría  a su amado a conocer su reino y fortaleza.

Tambien lo llevó  a conocer  su universo y sus estrellas....

Su mundo, su cielo, su  proeza...

Su paraíso y esplendor...

Llevándolo a vivir  a su lecho,  y  a su hogar.

“Y  por los caminos de quien alguna vez  fuera un infortunado y desdichado hombre,   desde que conoció a la bella Coral, nunca más existió en su camino  el  tormento ni la soledad”.

Así, una vez que ambos llegaron juntos a la cima del amor ...
Fundieron sus almas hasta sellar  sus corazones en uno solo y de por vida, de dicha y  felicidad.

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Nota del Autor:

Por uno de los  parajes frondosos  que existen bajo las profundidades del océano...por los  confines del mar, existe una  vislumbrante  y hermosa ciudad llena de luces...(obviamente nunca antes visto).
Y que a raíz de  la  unión entre ambos jovenes enamorados, producto de ese  inmenso  amor nacería una hermosa luz de esperanza; y de esa hermosa luz surgieron  bellísimos  colores como de arco iris, que irradiante de resplandor hicieron  florecer y embelecer  los inhóspitos cielos y campos de las  profundidades del mar”.  

(Extracto de mi cuento: "Por los confines del mar")
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