sábado, 16 de mayo de 2020

LA CONVERSIÓN DE SIMON DE CIRENE, CAYO CASIO LONGINOS Y DIMAS

(El Poder de la sangre de Cristo) 
La conversión al Cristianismo de Simón de Cirene, Cayo Casio Longinos  y Dimas, se produce precisamente en circunstancias de los últimos momentos; es decir al pie de la cruz y por el poder de la sangre de Cristo. 
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Cuando iba cargando  aquel pesado madero de cruz  de más de cien  kilos con destino al monte Gólgota, detrás de él  iban  dos hombres que también  habían sido  condenados a la crucifixión, llevando cada uno  sus  maderos de cruz.

En todo ese trayecto, se tenía que atravesar un camino pedregoso de altos y bajos 
montículos, cuya fuerza  se le había agotado por haber soportado el flagelo brutal que momentos antes había recibido. En la ardua  y noble tarea que había sostenido durante tres años de  predicación, sanación y curación a miles de personas entre enfermos y desvalidos, su cuerpo se extenuó, más cuando no había  probado alimento desde la última cena que había tenido con sus doce discípulos.

 
Y  entre la multitud apareció  Simón de Cirene,  un agricultor venido  del campo (Mateo 27-32) de semblante fuerte y corazón duro,  lleno de tormentos y pesares en su vida.

Simón de Cirene, había oído  hablar  acerca de la existencia del hijo de Dios y de los milagros que diariamente hacía, y  aunque del todo no comprendía  porqué se encontraba precisamente en ese lugar, turbado ante la vía crucis de Jesucristo quien en esos momentos era oprobio y desprecio de la gente (salmos 22-6),  cuando de pronto unos soldados romanos le ordenaron  para que sea el, quien  ayude a  cargar la cruz hasta el monte calavera como  lo llamaban al Gólgota, aceptando de manera titubeante. Al margen de haber sentido compasión por Jesús  al verlo muy débil, golpeado y ensangrentado.

Y aquel hombre desconocido  ayudaría a cargar  aquella pesada cruz  al que puso  a sus hombros, sintiendo  en  sus manos  la sangre vertida aún caliente de Jesucristo. Simón de Cirene, pudo presenciar y pudo sentir en carne propia el gran dolor de un recorrido tortuoso y agónico que padeció Jesús, previo a los últimos momentos de su muerte en la cruz. Pudo experimentar sin duda  su conversión al cristianismo.   

Cuando llegaron al Gólgota  los soldados romanos extendieron los brazos de  cada uno de ellos, atando  sus manos, luego  juntaron los pies al borde del madero  para luego ser clavados, utilizándose una gran comba y  unos enormes clavos.

El ladrón  o malhechor que fue crucificado en el  lado izquierdo  se llamaba “Gestas” y el otro  malechor que fue crucificado en el lado derecho (Ladrón bueno) como así lo llamó el apóstol Juan, se llamaba “Dimas”.

Las escrituras refieren que uno de ellos le injuriaba a Cristo diciendo: ¿No eres tú el Cristo? sálvate a ti mismo y a nosotros. Pero que el otro le respondía: ¿Ni siquiera tú que estás en el mismo suplicio temes a Dios? Nosotros, en verdad, estamos merecidamente, pues recibimos lo debido por lo que hemos hecho; pero éste no hizo mal alguno. 

Y decía:  “Jesús, acuérdate de mí, cuando llegues a tu Reino”.

Y que Jesucristo en plena agonía le respondió: en verdad te digo: “que hoy estarás conmigo en el Paraíso”. (Marcos 17, 27s. y Lucas 23, 39-43).

En ese momento hubo tinieblas sobre  toda la tierra y el sol se oscureció (Lucas 23-44,45). Y  a las  tres de la tarde  en  que el hijo de Dios entregara  su espíritu a su eterno Padre, se produjo un fuerte terremoto (Mateo 27-54) en los precisos momentos que  expiró.

Ese mismo día entre los soldados romanos quienes ponían el orden  un centurión que comandaba la tropa, quien había sido testigo del recorrido penitente que atravesó Jesucristo hacia el Gólgota, se llamaba Cayo Casio longinos, soldado de la milicia  preparado para  obedecer y matar; quien se percató de los sentimientos encontrados que la gente exteriorizaba, toda vez que habían quienes gozaban, y otros que sufrían por la  injusticia y el  grave daño que se había causado al  hijo de Dios.

Este soldado, había escuchado hablar de quien era el Nazareno, y de los milagros que había hecho a la gente, pudo evidenciar un  comportamiento inusual y diferente el que  mostraba Jesucristo  en todo momento.

Casio Longinos,  pudo ser testigo al igual que los otros dos anteriores del padecimiento extremo en el momento  final  de la vida y agonía  de Jesús cuando al cielo clamó  “Padre perdónalos porque no saben lo que hacen”. Todo ese acontecimiento nunca antes visto y escuchado en  los anteriores hombres crucificados.

La triste mirada resplandeciente del Cristo redentor lo había   perturbado de sobremanera, logrando evitar que los soldados romanos no pudieran quebrar las piernas de Cristo, como lo hicieron con Gestas y Dimas, costumbre que se solía hacer a fin de que la muerte sea más rápida; sin embargo, Casio  Longinos  lo evitó al decir que Cristo ya estaba muerto.

Y al tratar  de demostrar  que aquel  “Varón de dolores” (Isaías 53-3)  ya estaba muerto,  utilizó una lanza logrando  atravesarle en uno de los costados y a la altura del corazón, en cuya herida  emanó  abundante sangre y agua. (Juan 19-34)  

La conversión de Casio Longinos se dio precisamente en el momento de salpicar  la sangre de cristo en su rostro y ojos. Dándose de esta manera su conversión al cristianismo; cuando cogiéndose el rostro empañado de sangre dijo: “es verdad este hombre era hijo de Dios”; cayendo  al suelo de rodillas.


La Biblia no refiere mucho del recorrido que hizo Jesús camino al Gólgota, no se da más detalles acerca de quien fue Simón de Cirene, mencionando solo un versículo, también no detalla acerca del soldado Cayo Casio Longinos y del malhechor Dimas, existiendo  los llamados textos  apócrifos, que habla  algo  de estos dos últimos.  


En  los libros de Mateo  capítulo 26, 32 - 54, Lucas 23, 26 - 49 y de Juan 19,17- 37, se aprecia  muy poco  de cómo fue la vía crucis de nuestro señor Jesucristo, pero no como uno quisiera saber en cuanto a los momentos previos a su muerte en la cruz, hasta en la gloriosa resurrección.

Pareciera que los tres discípulos de Jesús, se hubieran puesto de acuerdo para no dar  muchos detalles al respecto.

De hecho, La conversión al Cristianismo de Simón de Cirene, Cayo Casio Longinos  y Dimas, se produce precisamente en circunstancias de los últimos momentos; es decir al pie de la cruz y por el poder de la sangre de Cristo. 

Y no fueron sus doce discípulos quienes estuvieron con Jesús en los últimos instantes  de su vida, sino tres hombres foráneos a quien Dios los eligió, para que fuesen estos los protagonistas y acompañantes de unos  momentos tan dolorosos  que dio pie a un maravilloso acontecer, llámese a la gloriosa resurrección.

Si por casualidad o por cualquier circunstancia  lees  este artículo, es para ponernos a reflexionar  por un instante, y te preguntes porque Dios todo poderoso eligió a estas tres personas, un agricultor del campo, un soldado romano, y un malhechor o criminal, para que sean estos los que acompañaran en los últimos momentos a Jesucristo...

Y con cuál de ellos tú te identificas,  con Simón de Cirene?

Quizá  te identificas con Casio Longinos?…

Tal vez, sea con Dimas, aquel malhechor que en el momento extremo de su vida, en los minutos que le quedaban, sostuvo un dialogo  muy íntimo  con Jesús.

Quizás puedas pensar  que no te identificas  con ninguno de ellos,  quizá en el fondo te identifiques  un poco con cada uno, es decir con los tres…

Recuerda que la conversión de cada uno de ellos no deja de ser muy sorprendente. Porque Simón de Cirene era un hombre del pueblo, un agricultor con luchas y aflicciones en su vida como cualquiera, podríamos decir que refleja a la gran mayoría de la gente en el mundo  de condición humilde, que alguna vez escuchó hablar de Cristo y de los milagros que hizo, de la palabra de Dios y sus sagradas escrituras muy conocidas pero poco leídas. Y que a pesar de los pecados que se puede haber cometido, uno tiene el derecho de recibir la gracia de Dios y de ser salvo.

En el caso de Casio Longinos, como centurión y como soldado romano que fue, pertenecía a cierto grupo de aristócratas de corte de nobleza, se puede decir que representa a la clase  pudiente y preparada, al hombre con títulos y poder; y  que al igual que Simón de Cirene, también tiene el derecho de consagrarse a los caminos de Cristo, y de recibir de parte de nuestro Señor,  su  gracia y bendición.

Pero lo más sorprendente es el caso de Dimas, aquel hombre que era un criminal, un condenado a muerte catalogado lo peor en aquel entonces, y que quizá simboliza el camino equivocado, el hombre pecador y que  por más grande que haya sido  el pecado cometido, se arrepintió en los últimos segundos que le restaba de vida, actitud que lo hizo  con un arrepentimiento genuino verdadero de corazón. Dimas no escatimó, cuando estuvo al lado de Jesús de clamar  con tal fe y convicción “Señor acuérdate de mí cuando llegues a tu reino”.

No dijo perdóname mis pecados, ni dijo si eres Dios acuérdate de mí. Y que Jesús en medio de su misericordia al ver a Dimas en agonía,  le hizo una promesa que nunca antes había hecho ni a sus propios discípulos, “hoy estarás conmigo en el paraíso”. 

Aquí se aprecia una gran revelación, con el ejemplo de Dimas, de que aún si el pecado es más abundante, la  gracia de Dios es aún mayor. (Romanos 5-20)
Pero lo cierto es que cualquiera que sea el pecado que uno haya cometido, y cualquiera que sea el estatus o condición económica en que uno se encuentre, cuando estamos al pie de la cruz,  no cuentan los títulos, riquezas o pergaminos que en el mundo  material haya uno  podido obtener. 
Todos ante Jesucristo, tenemos el derecho como la oportunidad para arrepentirnos y llegar a su camino aunque cogiéndonos del borde de su manto; aún, en el último minuto  de nuestra vida.
Por más perdido o alejado que uno se encuentre…
Por más enfermo, fracasado o miserable que uno se pueda sentir…
Solo ÉL, nos redime  del pecado, y nos abre portales en el cielo.
Porque Jesucristo es la verdad el camino y la vida…
Luz del mundo…
Fuente de agua viva…
Nuestro  salvador.


Que Dios te bendiga...
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