domingo, 23 de diciembre de 2018

LA PRINCESA DE VESTIDO BLANCO




Y desde el día que esa hermosa princesa partió,  
un niño tristemente enamorado  se quedó.
Aquel quien  cada tarde la aguardaba y  la  soñaba…

(Por primera vez esta publicación)
(Solo para alguien como yo)
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Un día como encanto y para nunca olvidar apareció  una niña muy bella. Por su apariencia  se trataba de una niña extranjera  o  de un lugar exclusivo de la capital. Aquella niña de belleza peregrina, que llamaría la atención en los pobladores, sobre todo en los niños, especialmente de quienes estudiaban en aquella escuela, que no cesaban de mirar con sumo detenimiento a  la  forastera.

Cuando todos los niños de la escuela se retiraban y el patio con su exuberante jardín quedaba vacío, aquélla vestida de blanco como jugando solía danzar dando vueltas con ciertos ejercicios ritmados con los brazos extendidos hacia el cielo, al principio todo eso parecía extraño, sin embargo, a medida que fueron pasando los días y los meses aquellas piruetas  resultaron ser familiares. 
  
Bajo una tarde luminosa de sol, apareció un niño que escondido entre  los arbustos observaba beneplácito y atentamente los movimientos inusuales de aquella encantadora niña vestida de blanco. Se trataba de Romell, un pastorcito que vivía a dos kilómetros de la escuela, y que cierto día cuando cotidianamente llevaba su rebaño hacia la ribera que quedaba muy cerca de la escuela, quedó impresionado y maravillado al ver la hermosura singular de aquélla forastera. Aquél pastorcito que por infortunio de la vida trabajaba arduamente  y desde que conoció a la niña vestida de blanco decidió cambiar de rutina; que era pastorear menos  para que pueda tener tiempo de  ir  en busca de aquella.

La primera niña que cautivaría su corazón.
La primera niña de quien se enamoró.

Para el pastorcito Romell, observar cada actitud y detalle de aquella era su mundo  y fantasía, oh, cielos cuanto se enamoro y como lo amaba, que obsesionado a cada instante la imaginaba:

        “ Con los rayos del sol
llegaste a mi vida agobiada
vislumbrante luz de amor
que cautivó mi  corazón.

Tras el cristal de la mampara ( los umbrales )
Voy observando tu juego
Al compás de la tarde enamorada.

Tu ballet,
Al son del viento
Por el jardín de flores de alborada.

Hacia el cielo tus manos  elevabas
Niña de rostro angelical
Ojos de mares azules
Coquetos ante la mirada del sol.

Y tus labios besaban las nubes
Alburas nubes de algodón
Mientras el mundo giraba contigo
Extasiado de emoción.

Y en tu camino recogías lindas flores
Que a  tu pecho abrigabas con candor
Por el fresco aroma de los valles 
Que se confundían 
Con el ramillete de tu corazón.

En una tarde de primavera
Yo un  niño  pobre  solitario  y  afligido
Cautivado al ver tu mundo de fantasía
Pedí   hacerte  compañía.

Carita  alegre de ensueños
De cabellos dorados como el sol;
De tus manos nobles y jubilosas
Aceptaste  incluirme   en tu juego.

Y bajo un cielo celeste  intenso
Ambos nos  volcamos  en sumo juego
Niña de flor  inocencia,
Tomando  mi mano abriste tu corazón.

                             Ella era una hermosa princesa!
                             que zigzagueaba al danzar...
                             Yo  un pastorcito  rebosante de felicidad...

Y en la exuberancia del universo
Al tiempo lo entreteníamos
Al viento lo divertíamos.

Niña que naciste para volar...
Niño que soñaste  el cielo tocar.

El mundo se enamoró de aquella  niña...
Y  el pastorcito también,
Que embelesados de  tanta  belleza
Giraban  y giraban  de emoción.

Pero un día.
El cielo azul se encapotó de plomo
Y enceguecido de celos
El astro Rey se marchó sin anunciar
Sin su adiós...
Ocultándose en el ocaso
Dejándome  en  la soledad.

Desde entonces,
Del amor y la alegría quedó solo a cenizas...
Solo hubo  desdicha y fatalidad.
Niña que con tu juego bondadoso
Diste   sentido  a mi  vida...
Niña que partiste  hacia  la  eternidad.

Hoy.
Que observando y saboreando
La amarga condena,
Tu recuerdo en la ausencia...
Tú partida...
Te llevaste  en  vuelo y bajo tus alas…
Mi ensueño, mi aliento, mi  vida...

Princesa  de vestido  blanco...

¿te volveré a ver?

Si algún día volvieras...
Ese día  feliz  seré.

Feliz seré...

Pero siempre,
Pendiente en tu juego estaré.
                            Estaré...

Tras el cristal de la mampara
Al compás de la tarde enamorada".

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Un día de víspera de verano, el Pastorcito  se enteró que preparaban para la niña un largo viaje. 

Que la llevarían a una gran ciudad de extensas carreteras pavimentadas, donde circulaban autos de última generación, donde con el avance de la ciencia y la tecnología uno podía contemplar panorámicamente el mundo y su naturaleza a través de la computadora-internet.

“Aquélla ciudad dorada...
Más allá de las costas...
Junto a las orillas del mar”.

Sin embrago, el pastorcito Romell continuó frecuentando el lugar aguardando la presencia de su amor platónico  todos los días…

Fueron pasando las semanas y los meses y el pastorcito aún esperaba el retorno de su entrañable princesa, desencajado apenado e impotente de no poder hacer nada, pues todas las tardes sobre el cerrito verde que daba a la escuela se ponía a esperar...

Tanto así fue su espera, que después de un tiempo tomaría la decisión de marcharse hacia la Ciudad en busca de su amor platónico. 

Luego de preparar su bolsa de alpaca, ponerse su chullo (gorro) y un poncho (manto) sobre su ropa raída y un par de yanquis (sandalias de caucho) que tenía guardado para la ocasión. Se despidió  de su madre, de su hato de ovejas, de su caserío y altas punas, para partir rumbo hacia la Ciudad dorada.

Desde aquel entonces del pastorcito Romell,  nunca más se supo nada.
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Han  pasado treinta años...
Y aquel cerrito verde sigue tan intacta como si fuese el día ayer.

En cuyo  paisaje acogedor se respira a hierba fresca  y un clima tibio de paz.

Y cuando se sube por la escarpada hasta llegar a su límite verdor se logra apreciar  la hermosa escuela...
donde una vez solía  danzar una  bella princesa vestida de blanco... 

Y desde el día que esa hermosa princesa partió,  
un niño tristemente enamorado  se quedó.

Aquel quien  cada tarde la aguardaba y  la  soñaba…

Cada mañana en el centro de aquel  hermoso jardín,
Cuando de sus flores salían trinos de jilgueros que subían a una gruta,  vibraban alrededor de ella y volaban a mezclarse con las alegres vocecitas de los niños que jugaban desde el interior de aquella  hermosa  y entrañable escuela...


Ha  pasado tanto tiempo...


Que a través del tiempo y la distancia, aun continúan latentes los recuerdos...
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(Una parte de mi cuento: Nacer, volar y morir)


jueves, 29 de noviembre de 2018

NIÑOS HOMBRES DEL CAMINO Y LA VIDA (Un canto de esperanza)

-Apocalipsis 21 verso 4 : 
Enjugará Dios toda lagrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte,  ni habrá mas llanto, ni clamor, ni dolor; 
(Dedicado a todos los hombres y mujeres que viven en constante tormento  y  dolor.)
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La historia de un desventurado hombre que toda su vida vivió en tormento y dolor.

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Un día despertó  en un hermoso, bello  e  inimaginable lugar,
Al principio extraño, inhóspito…
No obstante  cuando sus  ojos se volcaron a ver a su alrededor, todo era  esplendor y belleza.

Una bellísima luz diáfana iluminaba su  mente.
Una brisa cálida y penetrante refrescaba su  rostro,
Hasta lo más profundo de su  ser…
Sus  oídos se deleitaban escuchando el canto melodioso de las aves…
Pudo  extasiarse contemplando toda la  maravilla que veían sus ojos…
Y de aquellos  manantiales de aguas cristalinas,
En cuyos bordes brotaban bálsamos de deliciosas fragancias.

Era un paraíso bello indescriptible…
Y al  presenciar   tan abundante  belleza  absortó se quedó…
No había nadie a su  alrededor, estaba solo,
Totalmente solo sin sentir pena ni temor…
Todo era paz  y felicidad.
“Refugiándose  en el lugar donde pensó  que allí lo encontraría”.

Su  vestimenta era  distinta a lo ordinario y  se  encontraba descalzo.
Se  sentía animoso,  revitalizado, rejuvenecido…
Sus  manos estaban limpias y blandas…
Sin  marcas ni cicatrices, 
Por  tanto dolor y sufrimiento…

Y sus espaldas  ya no las tenían encorvadas
Por la carga pesada y lenta de los años…
Cuando sumiso soportó  el flagelo y los azotes, 
Que  le  deparó la vida, cuando estuvo en vida...

Esta vez  su  dorso decrepito, los sentía vigoroso y fortalecido,
Como la de un soldado raso, dispuesto a entregarse por entero,
Al primer combate.

Y sus  piernas.
Pobres piernas frágiles y fatigadas de tanto trajinar…
Ahora  lo sentía  ágiles y macizos…
Que lo llenaría   de fe y optimismo en continuar…
En aquél  camino nuevo por descubrir…

Y sus  ojos poco a poco desnudarían   los deslumbrantes valles,
En cuyos frutos deleitaban  por su aroma entre los árboles relucientes…
Algo en su  interior  lo  impulsaría  a continuar  caminando…
Por aquel camino en  donde convencido sabia,
“que muy pronto  lo hallaría”.

Y sobre la espumosa  hierba,
Cayó de rodillas  con los brazos extendidos al cielo,
Donde clamaría a Dios  con todas sus fuerzas…
Por sentir   gozo  y  rebosante felicidad en su corazón…

Y  a todo pulmón clamaría:  

¡ Gracias Dios !

¡Gracias  por tanta maravilla a mí alrededor!

¡Dime  Dios que este no es un sueño!

¡Dime que no es un sueño Señor!

¡Puedo ver y  caminar!

¡Ya no siento tormento, ni tristeza  ni dolor!

Y después de haber clamado a  Dios con  todas sus fuerzas…
Se puso a descansar  sobre  aquel  espumoso pasto de colores matizados,
Al borde de una pequeña laguna  copada de cisnes dorados.
Bajo la sombra de un pequeño árbol.

Y al quedarse  dormido sintió de pronto una  pulsación en su  pecho…
Que lo despabiló…

Fue  en el  momento que  extasiado de  emoción se quedó…
Porque pudo  al fin, ver a  quien tanto había buscado…
Estaba  a su  lado mirándolo  con inmensa  ternura…
Más aquél quiso  levantarse de inmediato y  no pudo…
Porque en aquella mirada divina,
Había recibido  para siempre paz en el  corazón…

Y verdaderamente  halló paz  y regocijo,
En aquel  pobre corazón  que algún día anduvo seco  y quebrado…


Y  fue secado  toda  lágrima  de sus  ojos…
Y al notar que se  encontraba extenuado,
Le  concedió un profundo sueño.
Sentándose  junto a él.

Y aquel tuvo un repentino sueño,
Soñó viéndose por un camino  muy hermoso acompañado de Jesús,
Pero que  en dicho  sueño,  aquél preguntaba incansablemente
“Por los niños- hombres del tercer mundo”.
Incomprensiblemente, ese era su reiterada pregunta en  aquel sueño.

Posteriormente hallándose nuevamente solo,
Por aquel maravilloso lugar,
Llegaría a una casa vislumbrante,
Cuya estructura deslumbraba por los  finísimos diamantes y oro que poseía,
Recubierto en su exterior con bellas flores de todo color,
Cuyas fragancias y aromas  humectaban su ser,
En medio de un bellísimo y esplendoroso valle majestuoso,
Donde lindas mariposas y avecillas, 
volaban en un afán infinito de alegría.  

En breve tiempo, aquel  hombre adquirió sabiduría,
Y entre otras cosas fue instruido  de la bienaventuranza,
Del libro de la vida y de la verdad…

Y se le concedió vida eterna.

Una mañana aquel hombre, se dirigió hacia la cima de una hermosa colina…
Pudiendo desde lo alto  avizorar la maravilla del cielo y sus alrededores…
Donde  aquella inmensa luz celestial divina, suplía al sol  y  a la luna.
Y el mar ya no existía, solo habían  hermosos  manantiales…
Divisando  desde allí   un camino largo,
Donde una multitud extraordinaria de personas asomaban a paso lento…
Todos  en un solo tono coreando  una dulce canción melodiosa…
Y cada quien llevando cargado una pequeña palmera en su pecho.

Los  primeros en llegar eran los más pequeños,
Los más tiernos…
Niños de todas las edades y tamaños…
Eran  los primeros en formar el largo peregrinaje…

Una felicidad indescriptible y eterna se apoderó de aquél,
Al ver que al fin  encontraba lo que tanto había añorado…

Niños, jóvenes, y grandes desfilaban alabando a Dios…
Todos descalzos y vestidos de blanco.

Todos se hallaban  gozosos y felices…

Ya no sufrían…
Ya no lloraban…

Ya no mendigaban...

Ya no enfermaban…
Ya no morían…

Y aquel hombre que en el pasado fuera un desdichado hombre, pudo contemplar y reafirmar la promesa de Dios.

Y en medio de su felicidad no dejaba de agradecer,
Por encontrase en el  camino de  la verdad y de la vida…
En el paraíso…
Al fin en el  verdadero mañana…

De pronto vería  que a  su costado muy cerca de él,
Había una pequeña palmera que aguardaba…
Lo cogió  y  suavemente  lo llevaría  hacia su pecho…

Al cerrar los ojos, la  luz divina le haría  entender  
Que estaba listo para enrumbar con los demás,
Al  fin con los suyos…

Comprendiendo que ese lugar, era  el lugar elegido…

Lugar y camino por donde todos aquellos, habrían de aparecer…


Lugar y camino,  donde todos aquellos,  vendrían por él…

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Nota:
-la Biblia señala lo siguiente:
Mateo 5 verso 4,  Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación.
-Apocalipsis 21 verso 4,  Enjugará Dios toda lagrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, 
ni habrá mas llanto, ni clamor, ni dolor; 
-San Juan 14 verso 6, Jesús le dijo: Yo soy el camino y la verdad, y la vida, nadie viene al padre
sino por mí.
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Guardado en un folder añejo conjuntamente con otros manuscritos deteriorados estaba
este texto que escribí.  Y de pronto pensé  compartirlo antes de que se destruya o
se me pierda; esperando que pueda  llevar palabra de  fe y de esperanza al afligido,
 y pueda servir  tal vez,  a  alguien de consuelo.  
Debo señalar que el titulo lo  he modificado como "Niños hombres del camino y la vida",
toda vez que  el manuscrito original  está titulado como "Niños hombres del tercer mundo". 
Escrito en el  año 1985.
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Publicado el 11 de diciembre del año 2016

martes, 30 de octubre de 2018

LAS PENAS DEL ALMA


(El amor de un alma)
(Soy como aquélla  alma que amó,  y  seguirá  amando toda la eternidad, 
con extrema pasión y locura...)
(Solo para alguien como yo)
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Este pequeño relato trata de dos almas que se juntaron   después de la muerte…
Así  es,  como  digo…
Y la verdad no sé quién de los dos, se marchó  primero…
Si fue  ella, o  él…
Pero eso poco importa, lo que importa es que ellos se amaron con toda el  alma…
"Y quien ama con el alma, amara hasta después de la muerte".

Entonces comprenderás que,  así como la vida tiene sus cosas,
La muerte también tiene lo suyo…

Pero estas almas antes de irse al más allá,
Quedaron deambulando  por el  mundo…

Y saben que,   ellos pudieron haber hecho  cosas mejores  estando en vida…
Pudieron  haber abierto más el corazón…
Pudiendo haber vivido y amado, con locura y  pasión…

Y  para conocimiento de todos,  eran dos  almas idóneas y gemelas…
Pues todas las  mañanas solían frecuentar la biblioteca nacional…
Tratando de  leer algunos libros de cuentos…
Pero al final, no lograban su propósito…
Pues eran tan solo dos almas perdidas, 
Por tanto  solo les quedaba  a los libros poderlos contemplar…



Pero habían días,  que alegremente ambos cantaban  al amor…
Y habían  tardes que preferían  recitar  tan solo poemas de amor…
Eran días aquellos maravillosos,
Que de sus  rostros  irradiaban felicidad…

Pero todo eso cambiaba radicalmente  cuando caía la noche…
Cuando el cielo oscurecía y la  luna llena  se apoderaba del silencio y la noche…
Cuando aquella hermosa alma de mujer, no lograba conciliar el sueño…
Poniéndose a llorar y llorar…

A mí me embarga de  tristeza sus llantos y lamentos…
De verla  sufrir y padecer…
Y me llenaba de impotencia el no poder hacer nada…
Más aún, cuando se sentaba  sobre su lapida,
refugiándose en los brazos de su amado Morfeo…
A fin de que éste pudiera consolar y mitigar  su dolor…

Ella nunca supo que vigilante de sus pasos siempre  anduve…
Y debo confesar que esta bella alma de mujer, desde que llegó a este valle  frondoso…


Como  vecino suyo, le puse mi total atención…
Pero mi atención fue sigilosa y muy reservada…
Toda vez que aquella tenía a su compañero, a quien mucho amaba…

"El amor está  presente en vida y después de la vida…
En la carne y en el espíritu…
Que es lo último que en nosotros permanece"…

Lo comprobé cuando aquella  pedía  a Dios por sus almas y por su amor…
Cuando la escuchaba pedir que  en vez de penas,  quería  gozo y felicidad…
Pero sobre todo, ella quería encontrar  la paz…
Aquella paz que en vida nunca encontró...

Entonces, porque penas tiene el alma…
Que es preciso resignar…


Ella nunca supo que en sus noches de quebranto…
Mi alma  desvanecía de tristeza...
De no poder ir corriendo hacia ella, 
Y abrazarla y besarla…
Pues desde que vino  a este lugar, 
Me enamoré rotundamente de aquella...

Oh, alma pura y bella, 
quiera Dios que puedas  hallar  la  paz y felicidad...

Yo ruego  que así sea
Para que al fin  logres  descansar y ser feliz…
Y  así  también  yo  poder hacerlo...

En todo caso,  al menos pueda quedarme  tranquilo,
Viendo a distancia  su felicidad. 
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Nota:
Pues si  lees con detenimiento sabrás entender que, 
quien relata y escribe estas lineas no es una persona 
de carne y hueso, sino  un alma...

aquélla  alma que amó,  y  seguirá  amando toda la eternidad,
con pasión y locura...

Publicado el 16-11-2015


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