domingo, 20 de agosto de 2017

PALOMAS DEL VIENTO (Añoranza de un niño)

(Por primera vez esta publicación)
(Solo para alguien como yo)
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Él  era un niño  triste alegre y triste…


Aconteció que un día el padre de Carlitos, cazó a dos palomas blancas. Y en su ingenuidad, las metió en una jaula amplia de madera que daba a  un rincón del patio de su casa.

Los fines de semana al descansar, el papá  les daba su comida a las palomas mientras su hijo  solía contemplar  con sumo detenimiento y  alegría…

Junto ambos compartieron bonitos momentos; más aún por la llegada de sus nuevas  compañeras. 
Y al pasar el tiempo aquellas palomas se reprodujeron  encariñándose  aún más el niño con ellas.

Cuando llegaba las vacaciones solían  dejar todo para ir a casa de los abuelos. Fue así que un día por el bien de aquellas aves, padre e hijo acordaron dejarlas en libertad…

Pues al fin después de varios meses  aquellas  palomas recobrarían  su libertad…

Pero  en ausencia de aquellas aves, Carlitos  solía  siempre extrañarlas, toda vez que no contaba con mas amigos para entretenerse…

De retorno a casa, la tristeza lo embargaba al desempolvar sus juguetes guardados, incluso todo le parecía aburrido y  monótono, más aún cuando veía  la  jaula vacía.

Sin embargo, aquellas  palomas no se habían ido del todo, porque desde el techo de la casa aguardaban silenciosas la presencia del niño.

Cuando se le arrojaba  alimento, aquellas  que ya no eran dos si no  cuatro bajaban sin temor como advirtiendo el no haberse distanciado…

Luego de un tiempo estas se acostumbraron  a vivir sobre el techo de la casa.
Y desde entonces fueron parte de sus  vidas…

Verlas, larzarle a menudo el maíz, entretenerse y refugiarse  en su presencia, era la faena cotidiana del niño…

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Un día el  padre de Carlitos,  repentinamente abandonó la casa para siempre.
Y  nunca más el niño volvió  a ver a su padre…

No hubo despedida,
ni una carta de hasta pronto...  
no hubo un adiós...
ni  retorno a  casa.

Pues siempre el niño  pensó,  que serían las palomas en marcharse  primero…

Sucedió todo lo contrario, aquellas fueron las compañeras silenciosas que no  abandonaron  el hogar....

Sin embargo, las palomas tuvieron una extraña actitud.
Porque tan pronto se alejaban, luego de tres o cinco días regresaban; es decir Iban y  venían.

De seguro en busca de alimento...

Y  la última vez que  se le vio   a Carlitos, se le notó   triste y afligido…



Ya no quería hablar…

Porque desde un buen tiempo a las palomas no se le había visto retornar…

Carlitos añoraba  la presencia de  sus  aladas compañeras.
Incluso había  renunciado a sus  juguetes   y  a las ganas  de jugar.

Tantas  veces  había  soñado  junto a  las palomas volar…

Desde lo alto de la azotea de su casa, casi siempre el niño fijaba la mirada hacia el cielo horizonte como tratando de ubicarlas...

Así, las  imaginaba  felices jugando por los aires,
disfrutando el  vuelo mezcladas  a otras  palomas...

Era tanto la añoranza de Carlitos, que en pensamiento las llamaba…

“Palomas del viento vuelvan”
“Alivien mi  pesar”
“Vivamos  la dicha del  poder  jugar”.

Pues en el fondo de su ser, el niño quería que ellas volvieran...
Porque  las imaginaba  viajando  felices…
porque junto a las palomas veía a su padre, algún día retornar.


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Cuando Carlitos se fue a vivir a casa de sus  abuelos,
la llegada repentina del niño  causaría gran expectativa.
Fue todo una gran bendición para ese hogar…
como si Dios volviera a  bendecir  el  mundo…
iluminando la  tierra, el cielo, el  mar…

Desde entonces del niño triste alegre y  triste,
no quedó casi nada.
Carlitos  no  volvió a sentir  frío  ni  soledad.

Y de aquellas palomas que se esparcieron por el  viento…
Aquellas como estelas  blancas  sobre  el  azul del   mar…

Finalmente volvieron a posarse en gran número sobre el nuevo hogar  del niño.

Y  sin que se diera cuenta  Carlitos…

La primavera con su esplendor empezó a florecer y embellecer.

Las avecillas desde los arboles empezaron a cantar y a rechinar…

Mariposas de mil colores entre sus vuelos empezaron a entrelazar…

Y su corazón de niño,  como nunca empezó a regocijar…

Volviendo a reverdecer maravillosamente aquellos  campos,

Y  a rebrotar  las lindas flores   del  jardín...
                   
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