Saber que la delincuencia y la violencia en las
calles es un fenómeno social que nos aqueja desde hace décadas no solo a
nuestra sociedad si no al mundo entero no es nada nuevo. Y para remediarlo casi
siempre esperamos buscar una solución al último momento, después de llorar por
la desgracia o la muerte de alguien más.
Lamentablemente en el Perú, nos resistimos ha
aceptar que vivimos en una sociedad sufrida y convaleciente por no decir
enferma, producto de acontecimientos pasados, dolorosos llenos de violencia,
sangre y terror. Un hecho latente fue lo que se vivió en la época del
terrorismo en los años ochenta y noventa, que dejaría secuelas marcadas
irrefutables. Y si bien al final se logro contrarrestar sobreponiéndonos a la pesadilla, a pesar de
ello tales acontecimientos quedaron marcados en una parte de la población, quienes
se vieron sensiblemente afectados y perjudicados. Si analizamos la situación nos daremos cuenta que toda conducta criminal y la violencia
en todas sus dimensiones tales como delincuencia organizada o callejera, juvenil o de pandillas etc. de alguna manera también
es producto de las secuelas de un pasado ya antes mencionado, que alguna manera mermara en la conducta del individuo dentro de su entorno y en la
sociedad, todo esto debido a las circunstancias y a la coyuntura de aquellos
tristes acontecimientos que pudo crear en algunos sectores un caldo de cultivo
para muchos jóvenes de nuevas generaciones que hoy viven el presente. En
algunos casos creyendo que el desenfreno, la violencia en todas sus formas y
todo acto criminal, transgrediendo incluso los parámetros de la ley es algo
natural, rutinario y parte de la vida misma.
A lo largo de los años hemos tratado de restablecernos
con políticas dadas tal vez bien intencionadas pero no lo suficientemente. Los
tiempos duros y difíciles de dolor y terror que nos toco vivir alguna vez, hoy
se asoma como una sombra oscura y tenebrosa que cada vez con mayor intensidad
nos envuelve; pasándonos la factura. Como resultado los asesinatos a la vuelta
de la esquina, hermanos y conyugues que se matan entre si, padres que matan a
sus hijos, hijos jóvenes y adolescentes que matan sin misericordia a sus
padres, incluso niños que se suicidan; sin valores, llenos de odio y resentimientos, en algunos casos de
frustración e impotencia, debido por lo general a la indiferencia, miseria y al
abandono. La mayoría de ellos poco o
nada le importa el respeto a la vida humana, y en ese sentido para aquellos
asesinos nada importara la compasión y la misericordia hacia el prójimo. Así
muchos para lograr su cometido son capaces de cegar la vida en cualquier
momento y en cualquier lugar y con la
mayor crueldad….
Esto es lo lamentable de nuestra realidad…
De una sociedad
como la nuestra y de otras mas en el Mundo, en estos últimos tiempos…
Lo sucedido en
el Estadio Monumental, con el repudiable asesinato del joven hincha de Alianza
Lima, Walter Oyarce, a manos de desadaptados –barristas de la “U”, quienes en
un acto de barbarie lo arrojaron de un palco suite de una altura de ocho metros
hacia el pavimento, es el vil ejemplo de lo antes mencionado y que nunca mas debería
volverse a repetir.
No es posible cambiar el mundo avivando y
generando más violencia. Y que decir de los prejuicios de aquellos quienes cada vez
que sucede hechos lamentables de esta naturaleza salen rasgándose las
vestiduras diciendo: pena de muerte a los criminales y aumentemos más las penas
para los delincuentes, emitiendo a última hora temas de solución al problema.
Frente a la insania de la criminalidad, debemos entender de que si existe en
una sociedad gente indecente, mala y criminal, y por otro lado gente decente, buena y recta;
es porque en la mayoría de los casos los decentes buenos y rectos también no
fueron capaces de actuar a la altura de las circunstancias con nuestro prójimo,
escuchándolo sin cerrar las puertas del entendimiento y la razón, y si fuera el
caso, darle la oportunidad debida y el apoyo para su tratamiento o rehabilitación
a su mal o enfermedad. En este mundo globalizado todos somos y seremos parte
del problema y parte de la solución, no solo el Estado y sus gobernantes
tendrán la responsabilidad; si no somos conscientes de ello, poco o nada
lograremos cambiar y avanzar.
Desde que seamos consientes que el derecho a la
vida esta por encima de todo concepto y aspecto material, siendo el valor mas
preciado del hombre; en consecuencia, cuando valoremos con seriedad los
preceptos de Dios, así como nos concede
la vida es el único que nos deba privar de ella, lograremos considerablemente
cambiar. Las leyes ya están dadas desde hace tiempo. Las penas para los delitos
están prescritas y reguladas en el código penal, amparadas por la Constitución
Política del Estado y los tratados Internacionales que compulsan, tipifican y
penalizan para aquellos delincuentes desadaptados que la infringen; obviamente se
deberán de crear nuevas leyes para nuevas formas de delitos, además de los vacíos
legales que se deberá de corregir a futuro.
No obstante a ello, mientras se procese, juzgue y se condene con todo el rigor de la
ley al delincuente criminal, paralelamente solo nos restara perdonar…al ser
humano que también forma parte de este mundo, tal vez abnegado para el y
repudiado para la gran mayoría; y que antes de hacerse adulto era un niño, y
que alguna vez estuviera en el vientre de una madre; y que pese a no haber
pedido venir al mundo, Dios en un acto de amor, al igual que a todos nosotros le
concedió la vida.
No olvidemos, que frente al flagelo eterno de la
barbarie, holocausto y el salvajismo, y ante todo episodio cruel y triste a
mano de los hombres como guerras y batallas suscitados a lo largo de la
historia de la humanidad. Asimismo, frente a los azotes de la naturaleza,
como catástrofes, tsunamis, terremotos,
aluviones, hambrunas, pestes y sequías que nos hicieron padecer a través de los
tiempos y por los siglos de los siglos; a pesar de todo, el mejor regalo de
Dios, para con los hombres fue y seguirá siendo el concedernos la VIDA; y en
tributo a ello, el derecho de todo ser humano a vivir en armonia y con amor.
Lima,06 de octubre del 2011.
Comentario personal por José Roca, Abogado con Registro CAL 35829