( A la memoria de mi Padre y
dedicado a alguien como yo)
dedicado a alguien como yo)
Recuerdo
un día de niño,
Cuando mi
padre tardo demasiado en llegar a casa,
“es
muy de noche que habrá pasado” ...
Solía
preguntarme a cada instante...
Mientras
acostado a mi cama aguardaba su llegada...
Entre
juego de niño abrazado a mi almohada...
El
nunca supo que esa noche muy preocupado lo esperaba...
Poco
después desde mi habitación sentí su llegada...
Y las ganas de ir a su encuentro y abrazarlo…
Embargaban
mi alma,
De
volcar en el…
Mi mundo cargado de inocencia
y fantasía...
Pero,
esa noche no llegó afable como de
costumbre...
¿Porque
será? me angustiaba el pensar.
De
pronto escuché que mis padres discutían
Y mi padre le decía a mi madre:
“me despidieron del trabajo” ¡es injusto!
“me despidieron del trabajo” ¡es injusto!
Y los
lamentos no se hacían esperar...
¿ Ahora que haremos?...
Preguntaba apenada mi madre, como disco rayado sin
parar...
Entonces
pensé,
Ahora
ya no más sorpresas…
No más
dulces y juguetes…
Mientras
un nudo en la garganta amordazaba mi corazón...
De
pronto papá vino a verme a mi
habitación.
Mientras
yo aparentaba estar dormido,
Sentí sus manos acariciar mi cabello...
Imaginaba
su figura apacible entre la faz de la oscuridad...
Me
dio un beso cálido en mi frente,
Que
me causó nostalgia…
Por
no haberlo podido consolar en ese
instante...
Pero
él nunca supo que esa noche lloré mucho por
nuestra situación…
La cortina de la ventana junto a la cama, era
testigo de mi sufrimiento...
Y de mis constantes oraciones hacia Dios,
Que desde el cielo intenso oscuro y azulado me daba
consuelo,
A través de sus
resplandecientes estrellas,
Entendiendo que pese a todo,
“Había un propósito que seguir, y por
fe, todo tendría que salir bien”...
Aquella
noche de tanto llorar sentí como un fuego en mi
interior, que me llenó de alivio,
quedándome dormido...
Posteriormente
y
a raíz de ese acontecimiento,
Algo
bello sucedió, pues mi padre se
encargaría de recogerme de la escuela...
Del colegio rumbo a casa por el camino cotidiano,
Y todos
los días escuchaba sus consejos...
Para luego decirme
“te tengo una sorpresa”,
“unos
dulces para ti “...
Entonces
comprendí cuán grande era Dios…
De
haber escuchado todas mis plegarias…
Y de
ver que todo iba marchando bien...
Sin
embargo, en medio de la alegría de mi padre,
En
sus ojos notaba una pequeña tristeza...
Y
para calmarlo recuerdo que le decía:
“Papá, cuando sea grande te daré todo lo que tú
quieras”...
Mientras el me miraba con amor y dulzura,
Y sin pronunciar palabra alguna, me acariciaba y abrazaba a su pecho…
Y sin pronunciar palabra alguna, me acariciaba y abrazaba a su pecho…
En su profundo y tibio aliento, suspirar.
Desde
entonces, antes
de llegar a casa....
Sobre las bancas de aquel añorado parque,
Entre
flores de mirasol,
Mi padre y yo solíamos jugar...
Mi padre y yo solíamos jugar...
Y siempre arrullándome tiernamente a su pecho
abrazar...
Él
nunca supo lo hermoso que fueron esos momentos de mi vida...
Nunca llegué a decírselo...
Nunca
se lo agradecí antes de su partida…
Y aunque
fueron tiempos cortos y fugaces,
Fueron
cándidos y maravillosos...
Que
marcó un hito importante en el camino de mi vida...
“Donde
se encuentre”
Llevo
impregnado en mí ser,
No
solo sus recuerdos, también su amor…
El
corazón, la piel,
Su
sangre con la mía…
Nunca
llegué a decírselo…
Pero
algún día, él lo sabrá...
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Nota:
Nunca es tarde para abrazar...
Jamás lo será para abrazar a un hijo.
Anda, ve y abraza cuantas veces puedas a tu hijo(a)
Dile que lo amas y si es posible pídele perdón...
"Y verás que siempre estarás en su corazón"...
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Desde hace tiempo,
No tengo la dicha de tener a mi padre conmigo.
Pero tengo a un padre celestial que es: Dios,
"Grandioso y poderoso"...
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