Cuando Judá Ben Hur, era trasladado conjuntamente con un grupo de condenados por las calurosas y desérticas tierras rumbo a las galeras. Todos exhaustos, afligidos y sedientos pedían agua. Al ver esto, los soldados Romanos se detuvieron en un pueblo donde coincidentemente se hallaba Jesucristo. Tomaron agua primero los soldados, luego los caballos, y al último los sedientos hombres; prohibiéndose a Judá Ben Hur, que sea el único en no probar agua. Al ver esta injusticia del soldado que comandaba el grupo, Judá Ben Hur, cayó rendido… y en medio de su quebranto y agonía exclamaría como última palabra “Dios ayúdame”. Palabras que fueron escuchadas por Jesús quien no solo le dio agua y lavó su rostro. Si no también le dio las fuerzas y las ganas de seguir viviendo. Algo que después de un tiempo Judá Ben Hur, pudo reconocer y darse cuenta que aquél quien le dio esas ganas de vivir, fue precisamente Jesucristo, a quien habían crucificado.
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