(Solo para alguien como yo)
Son cuatro años seguidos que vengo a lo alto de esta gran montaña…
Para rendir tributo a tu grandeza de mujer…
Y como en las veces anteriores, la leña encendida esta…
Siempre recuerdo aquel día…
Cuando te rescate de esa inconsciente familia (Aracuntas)…
Cuando cabalgamos juntos a caballo escapando de nuestros perseguidores…
Y por librarnos, nos extraviamos por los horizontes de las quebradas…
Recuerdo que ese día emocionada lloraste de alegría…
Y solías decir, que al fin te sentías la mujer más libre y dichosa del mundo,
Alegremente dabas giros con los brazos extendidos al cielo…
Aquella vez en que fuimos felices…
Otra vez estoy aquí…
En lo alto de esta montaña…
Tratando de sentirte en el silencio…
Y con el zumbido del viento, a veces creo escuchar el eco de tu voz…
Mientras los demás en las ciudades se refugian…
Mi alma esta aquí…
“Es cierto que el adiós no existe…
Porque en el mundo real del espíritu solo hay encuentros,
Nunca despedidas…
Y porque el recuerdo del ser amado crece en el alma con la distancia,
Como el eco en las montañas del crepúsculo”…
La leña se va apagando y la tarde se va ocultando…
Es preciso bajar…
Y cada paso que doy lo hago pensando en ti…
No sabes cuánto te extraño y cuanto te necesito…
Y grande es el dolor en el alma, por tu abrupta y súbita partida…
Que aun sangra mi corazón…
Más aún, por no haberte dicho en su momento…
Lo mucho que te amaba…
Cae la noche…
Empieza a nevar…
Es preciso bajar…
Para luego volver a subir…
(Al ser amado que pereció en la montaña)
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